“Nuestro amor a Tacna no es un amor impuro como el chileno que es un amor estratégico. Ha crecido espontáneo y libre como la retama y la ariruma de nuestros senderos; es fragante como la flor del junco que crece en nuestros jardines; es fuerte como los pinos que se elevan ansiosos ante nuestro claro cielo; es fecundo en sacrificios como lo es en frutos la tierra de nuestros pagos; es inalterable como la vilca, el molle, el álamo, el eucalipto, como todos los árboles que decoran durante el invierno y durante el verano la maravilla de nuestro paisaje; viene del pasado así como de lo profundo de los Andes viene el agua de nuestro río y, como ella, bulle siempre palpitante y fresco.
Nuestro amor a Tacna es como Tacna misma y vivirá lo que viva la ciudad y su valle.
Nuestro amor a Tacna es la alegría de nuestra infancia empañada por el estrépito de las fanfarrias extrañas, por la exhibición de los uniformes y cascos presuntuosos, por la palabra de los profesores casi siempre rudos como dragoneantes de carabineros, por el despliegue único de la bandera que entró en nuestra ciudad por la sola razón de la fuerza. Es la meditación de nuestra juventud angustiada ante el peligro de ser conducida al cuartel enemigo. Es el dolor de nuestro éxodo y de nuestro regreso al terruño cuando el huésped se siente dueño y cuando el dueño no es tratado ni siquiera como huésped.
Nuestro amor a Tacna es como nosotros mismos y vivirá lo que viva nuestra alma”.
CHOLO TACNEÑO (*)
(*) Seudónimo de José Jiménez Borja y Jorge Basadre Grohmann.
(En la revista Justicia de abril de 1926)
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