jueves, 17 de marzo de 2011

Sin Patria (poema de Modesto Molina Paniagua)

 
SIN PATRIA
(De un libro inédito)
A ella
 
 I
Cuando solitario y pobre,
y enfermo y sin esperanza,
con mis cabellos ya canos,
volví a mi perdida patria,
nadie salió a recibirme,
ni me lanzó una mirada,
ni me lanzó una mirada,
ni me dijo: ¡al fin te vemos!
Ni uno me dijo: ¡te esperaba!
¡Ay! No hubo brazos queridos
que amorosos me estrecharan.
Al verme, de negras nubes
el cielo cubierto estaba,
y desierta y en escombros
la casita de mi infancia
ya mi madre no existía,
ni mi madre idolatrada,
ni mis huérfanos hermanos,
ni mis hijitos del alma.
Sólo la muerte ¡Dios mío!
Hallé que los reemplazaba,
y el olvido, nueva muerte
más terrible y despiadada
para el que llora perdida
hasta su última esperanza.
¡Ay, hogar, hogar desierto!
¡Ay, memorias de mi infancia!
¡Ay, sangre de mis hermanos!
¡Ay, bandera de mi patria!

II
Que triste es para el que vuelve
desde tierras muy lejanas,
hallar el valle nativo
lleno de espinas y zarzas.
¿Sabéis lo que significa
haber perdido la patria?
Es vagar como un maldito
arrastrando la desgracia;
es comer el pan amargo
amasado con las lágrimas,
es beber a cada instante
acíbar y hiel amargas; 
es luchar contra un destino
que de herirnos no se cansa;
es ver tumbas que se quejan
porque son tumbas extrañas;
es llevar la muerte misma
en el cuerpo y en el alma;
es sentir que se enrojece
de vergüenza nuestra cara,
viendo la enseña gloriosa
por los extraños rasgada,
y donde libre ostentóse
ver otra bandera extraña.
¡Ay, hogar, hogar desierto!
¡Ay, memoria de mi infancia!
¡Ay, sangre de mis hermanos!
¡Ay, bandera de mi patria!
 
III
Allí está el suelo sagrado,
do la historia noble página,
en que murió heroicamente
la juventud por la patria;
aun se ven sus blancos huesos
pidiendo justa venganza,
por tanta sangre vertida
con una implacable saña.
Aun se oye el rumor de guerra
y el rugido de las armas,
y aun se ven dramas horribles
de exterminio y de matanza.
¡Ay! Pobres hermanos míos,
honra y prez de la batalla,
que cumpliendo el juramento
hecho a la madre ultrajada,
en tributo le ofrecisteis
con el corazón, el alma.
Allí está vuestra apoteosis,
allí los altares se alzan
con que inmortaliza el nombre
de sus valientes, Esparta,
vuestro monumento eterno
es el “Campo de la Alianza”.
¡Ay, hogar, hogar desierto!
¡Ay, memorias de mi infancia!
¡Ay, sangre de mis hermanos!
¡Ay, bandera de mi patria!

IV
Hoy que tengo hecha pedazos
y en agonía el alma,
por los desengaños crueles
de la vida y la desgracia;
hoy que nadie me conoce
y que no hallo en mi morada
ni padre, madre ni hermanos,
ni a los amigos de infancia,
con quienes jugué algún día
a ilusiones y a esperanzas,
perdiéndolas para siempre
de la vida en la borrasca;
hoy que te hallo, palomita,
como el náufrago a la tabla,
¿De tu nido no has de darme
el calor bajo tus alas?
Ese calor del cariño
que ya a mi vejez le falta,
como el árbol de la selva
hojas y frutos y savia.
Quiéreme, como te quiero,
correspóndeme con lástima,
mira, que no tengo abrigo,
mira, que no tengo patria.
¡Ay, hogar, hogar desierto!
¡Ay, memorias de mi infancia!
¡Ay, sangre de mis hermanos!
¡Ay, bandera de mi patria!
      
El poema se encuentra, íntegro, en nuestro libro: Modesto Molina Paniagua, el patriarca de las letras tacneñas. 

Visite: www.reymundohualpa.com

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